miércoles, 28 de mayo de 2014

LA HORDA DE LA MANO ROJA (sesión III)

Enfrentarse a una mantícora ya eran palabras mayores. Aquella criatura de afiladas garras y cola espinosa, influía cierto temor a todos los miembros del grupo. Y por lo que podían comprobar, la bestia no estaba dispuesta a dejar pasar aquella abundante posible cena.
Pero en un acopio de valentía, cada uno de los aventureros se convenció en acabar airosos del encuentro con la mantícora.
Fueron primero unas púas de la cola, el primer ataque del monstruo, para más tarde enfrentarse cuerpo a cuerpo con los guerreros.
Mirtha, Nebin y Artemisa se dedicaron a atacar a la bestia con efectividad notable. Kurgan y Wong tenían otro destino esperando...
En una de las salas de la abandonada fortaleza, el monje escuchó una especie de salmo que no llegó a entender: algo a alguien estaba realizando una especie de conjuro o llamada. No tardaron en comprobar que se trataba del hechicero de la Mano Roja Koth, un señor de las sierpes, que había realizado una llamada a una pareja de jinetes trasgos montados en sus huargos.
Los rápidos movimientos de los aventureros tuvieron su recompensa para acabar sin demasiados problemas con los jinetes.
Mientras, la mantícora aún resistía los poderosos ataques de Mirtha y los furtivos de Nebin. Artemisa continuaba con sus conjuros de apoyo a los compañeros y ataque a los enemigos.
Una vez acabado con la bestia alada, el objetivo era claro: acabar con el hechicero Koth. No era tarea fácil ya que si poder era digno de respetar. El pícaro acabó hechizado, otros recibiendo potentes rayos ralampagueantes, proyectiles mágicos, etc.
Pero el grupo supo como enfrentarse a aquel señor de la horda trasgo y acabó con él en pocos minutos.
Era momento de acabar de registrar la fortaleza de Vraath y recuperar fuerzas.


Entre los derruidos muros de la fortaleza, encontraron algo de vital importancia: un mapa donde estaba anotado los siguientes pasos de la enorme horda de la Amno Roja. Allí se podía leer la distribución de las tropas de trasgos, el plan de avance del ejército, donde se encontraban otros señores de las sierpes, etc. Un documento que podría salvar las vidas del valle de Elsir.
Pero Nebin recordó algo más...el tesoro de Emery Vraath, donde estaba? Fue cuando utilizando su instinto de pícaro, encontró una trampilla que llevaba a un subterráneo donde se toparon con el esqueleto del noble. Una espada helada y un enorme guantelete, acompañaba el cadáver. Pero también 3 cofres con riquezas y documentos importantes.

Tras descansar unas horas, decidieron dirigirse a la cabaña de Jorr para pedirle ayuda: mientras los aventureros se dirigían al norte para averiguar algo más sobre la numerosa horda de la Mano Roja, él podría trasladarse a Transbordador de Drelin para informar del peligro inminente que les acechaba. Era importante comenzar a plantear una evacuación de la ciudad, ya que poco o nada podrían hacer contra aquellas sanguinarias criaturas.
El viejo guardabosques accedió al encargo del grupo, sabiendo que las vidas de los ciudadanos de Drelin dependían de su aviso.

Kurgan, Wong, Artemista, Nebin y Mirtha se dirigieron al norte, al Desfiladero de la Calavera, para averiguar el peligro real que amenazaba todo el valle. Pero a medio camino, se detuvieron a avistar una enorme escultura hecha por gigantes.
Decidieron investigar y siguieron un camino que se alejaba de la Ruta del Alba. Poco tardaron en descubrir que se trataba de un camino creado por un viejo y enfermo gigante que cocinaba su última presa.

El pequeño Wong, y sus habilidades diplomáticas, fueron de gran ayuda para conseguir que Warklegnaw, el gigante, se uniera al peculiar grupo y los ayudara en frenar el avance de los trasgos.
Y sería más que necesario: el macizo puente del Desfiladero de la Calavera estaba custodiado por trasgos, canes del infierno y... un dragón verde!


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